Premisas Principales del Enfoque Sistémico
Fuente: Tácticas de estrategia. (s.f.). Descifrando el pensamiento Sistémico: Una herramienta para el éxito empresarial. Ilustración. Pinterest. https://co.pinterest.com/pin/614530311684855084/
El Enfoque Sistemático y su Planteamiento Principal:
Ruiz et al. (2018) señalan que el enfoque sistémico, que surgió a mediados del siglo XX, introdujo una nueva forma de observar la realidad, centrada en la concepción del ser humano como un sistema dentro de otros sistemas, lo que implica que la comprensión de la conducta humana requiere reconocer su complejidad y su naturaleza de sistema abierto. En este contexto, la funcionalidad del individuo y su comportamiento están intrínsecamente ligados a las interacciones que establece con otros sistemas (p. 49).
Ruiz et al. (2018) explican que el enfoque sistémico tiene sus raíces en la Teoría General de los Sistemas, propuesta inicialmente por el biólogo alemán Ludwig Von Bertalanffy. Este autor, según lo citado por Ruiz y sus colegas, postuló que los sistemas en su totalidad no podían reducirse a la simple suma de sus componentes individuales. En contraposición a una visión fragmentada, el enfoque sistémico busca representar la realidad desde una perspectiva holística, otorgando una importancia central a las interconexiones y las propiedades emergentes que surgen de estas relaciones. En este sentido, Bertalanffy (1972, como se cita en Ruiz et al., 2018) subraya que cada elemento dentro de un sistema se posiciona en la estructura de acuerdo con su función específica y la actividad que le es propia en su interacción con los demás elementos (p. 49).
Ruiz et al. (2018) destacan que la Teoría de los Sistemas tuvo un impacto significativo en la psicología, especialmente a través de las contribuciones de Minuchin (1986), cuyos postulados fueron fundamentales para la Terapia Familiar. Minuchin, tal como lo citan estos autores, argumentaba que las relaciones entre los miembros de una familia se moldea por reglas implícitas, definiendo la estructura familiar como "el conjunto invisible de demandas funcionales que organizan los modos en que interactúan los miembros de una familia" (p. 86).
Según Ruiz et al. (2018), diversos autores como Umbarger (1983), Minuchin (1986) y Hoffman (1992) convergen en la idea de que la disfuncionalidad familiar se manifiesta a través de límites poco definidos, tanto internos como externos al sistema. En consecuencia, los autores determinaron que el modelo estructural del enfoque sistémico centra su intervención en generar cambios en la estructura familiar que presentan disfunciones, con el objetivo de aliviar los síntomas. De esta manera, reconocen a la familia como la unidad central de análisis. Señalan que, este enfoque sistémico prefiere el estudio de los patrones y las reglas que rigen las interacciones familiares, dejando de lado el análisis lineal de causa-efecto. Reconocen que, es a partir de de la observación de las dinámicas disfuncionales que se pueden identificar recursos para afrontar las dificultades y fortalecer las áreas vulnerables del sistema familiar (pp. 49-50).
Ruiz et al. (2018), cierran sus apreciaciones del surgimiento del enfoque sistémico, indicando que, el propósito de este enfoque reside en su modelo heurístico y explicativo del desarrollo familiar, el cual facilita la intervención y la modificación de aquellas conductas que originan desequilibrio, buscando proporcionar una mayor estabilidad tanto al individuo, como a los diversos sistemas en los que está inmerso (p. 50).
Ruiz Roa, U., Navarro Obied, J., & Castro Hernández, C. (2018). Enfoques, teorías y perspectivas de la psicología y sus programas académicos (1ª ed.). Sincelejo, Colombia: Corporación Universitaria del Caribe - CECAR. Disponible en: https://elibro-net.bibliotecavirtual.unad.edu.co/es/ereader/unad/217596?page=29
Convergencia Paradigmática:
La psicoterapia emerge como una visión psicológica de los problemas mentales, sucediendo a concepciones animistas primitivas y a una posterior visión médica. Este cambio fue posible gracias a una larga evolución en la comprensión de la realidad, culminando en el siglo XX con la posibilidad de formular teorías de la complejidad como la sistémica. A finales del siglo XIX, estudiosos en Francia y Austria, investigando la hipnosis (como Charcot, Janet, Bernheim, Puységur y Breuer), comenzaron a postular el origen psicogénico de la neurosis, sentando las bases para el trabajo de figuras clave como Sigmund Freud (Feixas et al., 2012).
Feixas et al. (2012), indican, que si bien no se puede atribuir a Freud el nacimiento de la psicoterapia, reconocen que si fue el primero en desarrollar un modelo de la psique humana y de su abordaje psicológico, dominante hasta los años cincuenta. Aunque se centró en lo individual e intrapsíquico, enfocándose en la vivencia fantasmática infantil y no en las relaciones familiares actuales. El tratamiento psicoanalítico clásico era estrictamente individual, considerando la intervención familiar como un obstáculo para la reactivación y resolución de conflictos infantiles transferidos a la relación terapéutica.
Esta perspectiva individualista del psicoanálisis influyó en la concepción clínica de la salud mental, lo que explica el retraso en la aparición de la terapia familiar hasta los años cincuenta. Sin embargo, dentro del propio psicoanálisis surgieron excepciones que tímidamente comenzaron a considerar la familia. Flugel (1921, como se cita en Feixas et al., 2012) publicó el primer estudio psicoanalítico de la familia, y Ackerman (1973, como se cita en Feixas et al., 2012) la concibió como una unidad social y emocional, aunque ambos reconocieron las limitaciones del modelo psicoanalítico para trabajar con familias. A diferencia de Flugel, Ackerman evolucionó y se convirtió en un activo promotor del trabajo con familias y de la terapia sistémica, siendo el Instituto Ackerman de Nueva York un referente actual en este campo (Feixas et al., 2012).
Feixas et al. (2012), explican que, las desviaciones del psicoanálisis ortodoxo fueron cruciales para el tránsito de lo intrapsíquico a lo sistémico. Para ejemplificar, tales efectos, mencionan a Alfred Adler con su "psicología individual", quien introdujo una visión más social, enfatizando el sentimiento de comunidad y el impacto de la posición fraterna en el "sentimiento de inferioridad". En este sentido, los autores, indican que, su concepto de beneficio secundario también anticipó la circularidad sistémica, y su práctica terapéutica incorporó elementos como la co-terapia y técnicas similares a las sistémicas.
Consecuentemente, precisan que los enfoques culturalistas (Fromm, Horney, Sullivan) otorgan mayor importancia al contexto cultural y las relaciones presentes, aunque esto no se tradujo en cambios significativos en la práctica clínica individual. Sin embargo, Feixas et al. (2012), reconocen su influencia en la concepción de la psicosis, como en las ideas de la "madre esquizofregénica" (Fromm-Reichman, 1948, como se cita en Feixas et al., 2012) y la "madre perversa" (Rosen, 1953, como se cita en Feixas et al., 2012), que aunque se centraban en una relación dual madre-hijo, representaron un primer paso hacia la externalización de las causas de la patología. Posteriormente, la inclusión del padre en la dinámica familiar por autores como Lidz et al. (1949, como se citan en Feixas et al., 2012), reveló la importancia del conflicto conyugal en la patología del hijo esquizofrenico, acercándose a una perspectiva más sistémica. John Bowlby, creador de la teoría del apego, también reconoció tempranamente el rol familiar en la salud mental, aunque inicialmente se centró en la díada madre-hijo debido a la complejidad percibida del sistema familiar desde el marco psicodinámico de la época. Su influyente teoría del apego, hoy relevante en diversas corrientes terapéuticas, está comenzando a integrarse con la dinámica familiar en el modelo sistémico actual (Feixas et al., 2012).
Feixas et al. (2012), ponen de manifiesto que el modelo sistémico surgió en la década de 1950 en un contexto sociohistórico particular. La Segunda Guerra mundial y los conflictos posteriores generaron una alta demanda de tratamientos para el creciente sufrimiento psicológico (duelos, TEPT, psicosis) en Estados Unidos. Simultáneamente, los autores reconocen que la oferta terapéutica era limitada: los tratamientos farmacológicos y conductuales estaban en sus inicios, y el psicoanálisis mostró resultados insuficientes para los problemas graves.
Asimismo, el auge de valores como la libertad y los derechos humanos generó una presión social para atender la salud mental de la población, impulsando al gobierno estadounidense a invertir en el desarrollo de programas en este ámbito. La disparidad entre la alta demanda y la escasa oferta terapéutica creó un terreno fértil para la aparición de nuevos enfoques psicoterapéuticos, incluyendo los modelos humanista, cognitivo y sistémico (Feixas et al., 2012).
Los autores, precisan que, además de este contexto, el modelo sistémico se nutrió de importantes influencias intelectuales de la primera mitad del siglo XX, que ofrecieron un nuevo marco conceptual en contraposición al mecanicismo clásico. La teoría de los juegos (Von Neumann y Morgenstern, 1944, citados en Feixas et al., 2012), aportó modelos para entender la interacción estratégica, influyendo en la comprensión de las dinámicas familiares. La teoría de la información (Shannon y Weaver, 1949, citados en Feixas et al., 2012) se centró en los aspectos formales de la comunicación, impactando el énfasis del enfoque sistémico en este ámbito. Estas teorías, al reemplazar nociones de energía y fuerza por la de información, constituyeron la base conceptual para la formulación del modelo sistémico por Batenson y su equipo (Feixas et al., 2012).
El surgimiento del enfoque sistémico en la década de 1950 se dio en un contexto de crisis del positivismo y el reduccionismo, modelos mecanicistas que limitaban tanto el psicoanálisis como el conductismo. La imagen del ser humano dominado por instintos o condicionamientos resultaba intelectualmente insatisfactoria en una época de lucha por la libertad (Feixas et al., 2012).
En este escenario, los autores explican la consolidación de nuevas teorías meta-teóricas de gran impacto, siendo fundamentales la Teoría General de Sistemas y la cibernética. Además, precisan la influencia significativa de otras teorías, entre las que reconocen la teoría de los tipos lógicos (Whitehead y Russell, 1910, citados en Feixas te al., 2012). Esta teoría, que distingue entre clases y miembros como niveles lógicos separados para evitar paradojas, fue crucial para la formulación de los niveles de comunicación de Betenson dentro del enfoque sistémico (Feixas et al., 2012).
Por otro lado, autores como Hernández y Bustos (2015, referidos en Vital et al., 2015), indican que es justo entre las décadas de 1950 y 1970, que la psicología experimentó un cambio paradigmático con la incorporación de conceptos provenientes de otras disciplinas. La teoría de los sistemas aportó una visión holística de los fenómenos, entendiendo los problemas como emergentes de la interacción entre los componentes de un sistema y, consecuentemente permitió el surgimiento de premisas cruciales en este marco. Hernández y Bustos (2015, referidos en Vital et al., 2015), destacan la primera cibernética de Wiener, que introdujo la noción de retroalimentación y control, útil para comprender la regulación de los sistemas. La segunda cibernética de Maruyama, añadió la idea de retroalimentación positiva y los sistemas autoorganizativos, crucial para entender el cambio y la evolución. Finalmente, la teoría de la comunicación humana de Watzlawick resaltó la importancia de los patrones de interacción y los niveles de comunicación en la comprensión de las dinámicas relacionales, sentando las bases para el modelo sistémico en psicología.
Para entender la configuración práctica de este enfoque, Feixas et al. (2012), indican que, la terapia familiar no surgió de un único marco constitutivo, sino que comenzó a ser practicada por diversos investigadores y terapeutas en Estados Unidos durante la década de 1950. Destacan los trabajos del grupo de Lidz en Yale (1958a, 1958b), Wynne en el NIMH (1957), y la labor de Ackerman, antes mencionados, entre otros.
Sin embargo, fue el equipo de Palo Alto, liderado intelectualmente por Gregory Batenson, quien realizó las contribuciones más significativas. En un momento propicio para el tratamiento familiar conjunto, las teorías psicoanalíticas existentes resultaban un obstáculo conceptual. Fue la perspectiva del equipo de Palo Alto la que dio origen al nuevo modelo sistémico, que emergió simultáneamente con la práctica de la terapia familiar (Feixas et al., 2012).
Así, los autores explican que, el rasgo fundamental del enfoque sistémico en psicología influenciado por el Equipo de Palo Alto encabeza de Betenson, radica en su visión interpersonal de los problemas y la actividad humana, desplazándose el foco del individuo aislado a las interacciones dentro de un sistema, principalmente la familia. En lugar de motivaciones internas o causas pasadas, se centra en buscar en las dinámicas relacionales presentes, donde las acciones de cada miembro se entienden en función de las de los demás, formando patrones de interacción recurrentes (Feixas et al., 2012).
El síntoma del "paciente identificado" se concibe como una comunicación dentro de este sistema, manteniendo un equilibrio dinámico a través de la retroalimentación. Esta perspectiva adopta una causalidad circular, donde causas y consecuencias se influyen mutuamente, cuestionando nociones lineales de culpa y responsabilidad (Feixas et al., 2012).
En este sentido, el análisis y la intervención se dirigen a estos patrones de interacciones complejas, que constituyen la unidad de estudio del enfoque sistémico, aunque la intervención pueda iniciarse modificando un comportamiento específico dentro del sistema. Dentro de este enfoque, las explicaciones lineales de causa-efecto se consideran subjetivas que simplifican la complejidad de la interacción. En esencia, los autores, expresan que el modelo sistémico estudia las pautas de comunicación y las interacciones actuales que definen a la familia como un sistema supraindividual (Feixas et al., 2012).
Continuando esta línea, los autores precisan que la incorporación del psiquiatra Don Jackson al equipo de Betenson en 1954 marcó un punto crucial en la fundamentación del enfoque sistémico en psicología. Feixas et al (2016), explican que, partiendo de su práctica clínica, Jackson observaron fenómenos que sugerían la existencia de mecanismos homeostáticos familiares, donde el sistema familiar ejerce presión para mantener una definición estable del problema y resistir exploraciones que amenazan su equilibrio. En consecuencia, notó cómo la mejoría de un miembro podía desencadenar problemas en otro, indicando que el síntoma cumplía una función reguladora en dinámica familiar.
Jackson entendió la familia como un sistema con parámetros de funcionamiento propios, donde las desviaciones generan respuestas correctivas para restablecer la homeostasis. Esta concepción novedosa situó la resistencia al cambio en la dinámica del sistema familiar, en contraposición a explicaciones puramente intrapsíquicas (Feixas et al., 2012).
Los autores, explican que las ideas de Don Jackson sobre la homeostasis familiar, presentadas en 1954, llevaron a su inmediata colaboración con Batenson y la posterior fundación del Mental Research Institute (MRI) en 1958, un centro clave para el desarrollo y la práctica de la terapia familiar sistémica. Además, señalan que, junto con Ackerman y Haley, Jackson también fundó la influyente revista Family Process, consolidando aún más las bases del modelo sistémico en la psicología.
Feixas i Viaplana, G., Muñoz Cano, D., Compañ, V., & Montesano del Campo, A. (2012). El modelo sistémico en la intervención familiar.
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